Los alimentos funcionales, son aquellos que más allá de sus propiedades nutricionales, contienen elementos que producen un beneficio adicional en la salud de quien los consume. Siendo estos ricos en uno o más compuestos bioactivos como: fibras, vitaminas, minerales, antioxidantes o proteínas, los cuales usualmente son deficitarios en la dieta regular del consumidor.
Estos alimentos fueron introducidos en los años 80 por los japoneses, bajo el concepto de FOSHU, quienes los crearon para reducir las cifras de osteoporosis, que ya eran un problema de salud pública. Hoy se calcula que dos tercios de la población mundial acceden a ellos. Hoy, EE.UU. concentra el 50% de este mercado, que en los próximos 5 años crecerá 3% a 5% anual.
Los usos de estos alimentos son variados. Hoy se utilizan para incrementar el bienestar, reduciendo la fatiga y el estrés. Otros apuntan a mejorar la apariencia externa de las personas, revitalizando las uñas, el cabello y la piel. Pero su gran aplicación apunta a prevenir enfermedades crónicas como la obesidad, la hipertensión o el cáncer.
Los primeros pasos que se dieron en Chile fueron el desarrollo de alimentos fortificados, los que apuntaron a enriquecer ciertos productos con vitaminas, minerales, como la leche. Algo que se mantiene hasta hoy, por ejemplo, con el caso de la fortificación con ácido fólico de la harina del pan en Chile. Esto permitió reducir en 50% el nacimiento de niños con espina bífida. Se espera que hacia el 2013, los productos funcionales que más desarrollo presentarán sean los de la industria de la panificación, de los cereales y los lácteos. Y aunque parezca contradictorio, también la de los confites y chocolates que va a incorporar con fuerza los antioxidantes. Asimismo, están las margarinas que incorporan fitoesteroles que reducen el colesterol.
Finalmente, en los últimos años en el mercado chileno han surgido con fuerza los alimentos que incorporan probióticos, es decir, microorganismos como bacterias que ayudan a mejorar la digestión y reducen la incidencia de trastornos como el colon irritable. También están los que contienen prebióticos, es decir, fibras alimenticias que también favorecen una buena digestión, la autoregulación de la flora intestinal del consumidor, reducen el riesgo de cáncer de colon y mejoran la absorción de minerales como el calcio, entre otros beneficios.
Con todo, la tendencia al consumo de alimentos funcionales es un boom. Según el reporte de Alimentos Funcionales de la FAO, EE.UU. es el mercado más grande con US$ 18 mil millones, lo siguen Europa y Japón con US$ 15 y 11 mil millones, respectivamente. India crece a pasos agigantados y ya está en la posición número 10. Este escenario es una oportunidad para los países emergentes, ya que pueden proveer ingredientes o productos finales a estos mercados. Brasil, Perú y Kenia, ya comenzaron a enviar materias primas. También lo es para Chile, que tiene ventajas naturales para producirlos y que podría transformarlos en una alternativa para diversificar su canasta exportadora. Pero, si bien en el país se producen alimentos funcionales, que incluyen pre y probióticos, antioxidantes, omega-3 y fitoestanoles, entre otros, la industria está aún en pañales y requiere dar un salto para aprovechar la oportunidad.
Ante este escenario, el Ministerio de Agricultura a través de la Fundación para la Innovación Agraria realizó el estudio "Construcción de una Plataforma Tecnológica en Temas Emergentes de la Industria de Alimentos”. Su objetivo es descubrir las necesidades para avanzar en el desarrollo del proyecto de instalación de un centro de excelencia en Chile para la industria de alimentos, que se realiza en conjunto con la Universidad de Wageningen, de Holanda.
¿QUÉ HACER?....Marketing e investigación son la receta para lograr que Chile pueda jugar en las grandes ligas de los funcionales. Uno de los desafíos es invertir en encontrar y generar nuevas fuentes de recursos naturales para usar como aditivos, colorantes, conservantes y antioxidantes. Otra área en la que el estudio recomienda invertir es en tecnologías que permitan una mayor seguridad alimentaria, una de las principales exigencias tanto de los mercados nacionales como internacionales. En este tema el estudio recomienda incorporar tecnologías de separación de alimentos, de control de agua, de conservación, de envasado y de nanotecnologías. Finalmente, el estudio propone crear un consorcio para los alimentos funcionales que articule a sus integrantes para desarrollar un paquete tecnológico que impacte a la industria. Proponen que éste no debe ser un modelo de cooperación específico asociado sólo a alimentos funcionales, sino que el negocio debe ampliarse también a todos los alimentos saludables".
Fuente: Emol.